Conocí a Gianna hace doce años en una etapa muy frágil de mi vida. Bastó verla y escucharla un par de veces para sentirme totalmente reflejada en ella. Le pedí que me dé la mano para seguir caminando y ella se entregó toda. No había un día sin que fuésemos por un café que acompañaba interminables e intensos relatos de nuestras vidas.
Nos juntábamos Gianna, Ana y yo a conversar, reir y llorar en un constante ritmo del sólo por hoy.
Gianna enfermó hace algunos años y su enfermedad se agravó con el tiempo. Hace mucho que no compartíamos de la misma manera que antes, aunque sabíamos que el amor ahí estaba.
Hace un par de noches Gianna se marchó. No la volveré a ver. Sé que ahora descansa y eso es bueno porque su enfermedad la tenía sufriendo. La extrañaré, la extraño… Me dejó algo muy importante: la incondicionalidad. No sé hasta que punto supo cuanto marcó en muchas personas y el ejemplo que fué.
Siempre quise fotografiarle… no lo hice! Guardaré su retrato fotografiado en mi mente dentro de mi corazón. La imágen es efímera y difusa, el tiempo marca nuestras líneas y vivencias y a la vez los desdibuja en los recuerdos.
Esta imágen es la Sandy, su hija, mi gran amiga también. La sonrisa dibujada a la fuerza y el corazón atravesado … Qué decidor, en este momento.