Fine Art Galleries: Your Majesty The Queen: Carta Juana la Loca

                                                                 12 de abril de 1555 Me llamo Juana. Nací el 6 de noviembre de 1479 en Toledo. Desde pequeña, las personas a mi alrededor trataron de moldearme. La educación que recibí fue como infanta e improbable heredera al trono, fundamentada en la  obediencia más que en la gobernanza. Estudié comportamiento religioso, urbanidad y modales, propios de la corte. Además, aprendí danza, música, e idiomas como el francés y el latín. Fui la vergüenza de mi madre ya que nunca creí en la religión y los ritos cristianos. ¡Cómo era posible que la hija de los reyes católicos no creyera en la religión! Mi madre trató de mantener esto en secreto.Como era costumbre, desde niña habían decidido quien sería mi marido, en mi caso fue el archiduque de Austria, Felipe.A mis 17 años, en agosto de 1496, partí para conocer a mi prometido. Fuimos en 19 flotas hacía  Flandes. Mi madre y mis hermanos fueron a despedirme. La tripulación estaba conformada por 3500 hombres, además, se habían unido 60 navíos más que llevaban lana exportada de Castilla, mis padres querían impresionar. Era muy importante que el emperador Maximiliano esté de nuestro lado y no de Francia. Fue la misión de paz más grande, un montaje impresionante.  En el camino uno de los barcos que llevaba 700 hombres, mis vestimentas y objetos personales se atascó en arena y piedras. Tuvimos que  abandonarlo.Felipe no fue a recibirme. Aparentemente el emperador Maximiliano aún tenía dudas de unirse a los reyes católicos, sin embargo finalmente conocí a mi prometido. Nos vimos y nos enamoramos profundamente. La boda sería en octubre. El 24 de noviembre de 1498, nació Leonor, nuestra primera  hija. No sabía porque sentía que Felipe había perdido interés en mí. Sentía que debía estar siempre cerca y vigilante. Me sentía sola e insegura.En 1500 nació mi hijo Carlos, en los lavabos del palacio, en medio de una fiesta a la cual sentí la necesidad de ir ya que mi marido estaría ahí. Fue muy duro. Tengo la imagen tan vívida, sangre por todo lado, un dolor abominable, y la música de la fiesta, las voces gritonas que se divertían, mientras yo sentía que moría.Poco tiempo después sucedió algo inesperado. Murieron mis dos hermanos mayores, Juan e Isabel, su hijo  también. Me acababa de convertir en la heredera de Castilla y Aragón.Pasaron varios años, en 1504, mi madre falleció. En el testamente había expresado su deseo de que yo sea reina mientras que mi amado Felipe sería rey consorte, es decir que ninguna  decisión sería tomada por él. También dijo que  si no estaba yo, sería mi padre quien tomaría cualquier decisión. Mi madre temía los alcances de Felipe y que haya quierido acaparar Castilla junto con los Habsburgo. Al encontrarnos en Bruselas en donde nació María, nuestra quinta hija, mi padre se convirtió en el rey de Castilla.Felipe jamás daría su brazo a torcer, un año más tarde en la Concordia de Salamanca acordamos que gobernaríamos los tres, mi padre Fernando, Felipe y yo. Al llegar al territorio peninsular Felipe y yo fuimos proclamados reyes propietarios.Dicen que estoy loca. La gente habla. Mi marido, quien fue conocido como Felipe el hermoso, tenía amantes. Me partió el corazón. Realmente lo amaba. Me enfrenté a ellas en público y la gente hablaba. Dicen que estoy loca, se añadió una cláusula que rezaba que al tener trastornos mentales el gobierno recaería en Felipe, y en su ausencia en mi padre. Era tan conveniente para ambos!En mayo de 1506, se cumplían ocho meses que llevaba viajando con el féretro de mi amado Felipe, ocho meses de un profundo dolor por su repentina partida. Debí viajar las noches, en el frío helado de invierno, llevando su cuerpo de Burgos a Granada, en donde quiso ser enterrado. Su corazón, como lo pidió, lo envié a Bruselas, y yo no me había separado de su cuerpo durante estos meses desgarradores. Me acompañaron muchas personas esos meses, y ahora dicen que estoy loca. Nació mi sexta hija, Catalina quien fue mi compañera durante muchos de los  duros años en mi vida. Nuevamente tenía ese horrible sentimiento de estar entre la vida y la muerte.Quise gobernar Castilla. Traté de hacerlo y me topé con obstáculo tras obstáculo que fueron despedazándome cada vez más. Logré gobernar hasta 1507 instaurando el Consejo Real de la época de mi madre. No quise reclamar la presencia de mi padre para gobernar hasta que regresó de la toma de posesión del Reino de Nápoles dos años más tarde y asumió nuevamente el poder. Un año y medio más tarde me hizo encerrar en Tordesillas, alegando locura, temiendo que se cree un partido nobiliario para apoyarme. Pocos años después murió mi padre en 1516 y me convertí también en reina nominal de Aragón, allí no fui reconocida. Fue entonces cuando mi hijo Carlos gobernó en mi lugar. Ese hijo a quien le di la vida mientras yo me desangraba en los lavabos del palacio. Él se apropió de mis títulos y me mantuvo encerrada, alegando locura, todo por temor a que le quite el poder. Entre los dos confabularon los rumores de mi locura para que no pueda gobernar, destruyeron todo tipo de documentos que les podían delatar. Oficialmente, ambos co-reinamos en Castilla y Aragón. En realidad, nunca fui declarada incapaz por las Cortes de Castilla ni se me retiró el título de reina. En los documentos oficiales debía figurar en primer lugar mi nombre, pero al estar encerrada nunca pude asumir mi poder real. Se ordenó que me obliguen a escuchar misa y confesarme empleando tortura si fuese necesario. Mi hija Catalina en cambio me acompañó durante 16 años, hasta que tuvo que marcharse a contraer matrimonio. Su partida me destruyó, tuve largos años de vida encerrada y maltratada. No dejé de usar negro. Tiempo después perdí la movilidad en las piernas. Ahora, pasado el tiempo me pregunto si valió la pena entregarlo todo, amar infinitamente a un hombre que no me respetó, confiar en mi padre y en mi hijo que tampoco me respetaron. De cierta manera con desacuerdos en creencias y pensamientos solo mi madre creyó en mi.Tengo 79 años, es 1555 y llevo 46 años de reclusión forzosa. Estoy muy enferma. No creo que pase de esta noche. Me he negado a confesarme. Dicen que estoy loca. Llevo el corazón roto desde hace demasiado tiempo.Juana
Carta Juana la Loca

 

12 de abril de 1555  

Me llamo Juana. Nací el 6 de noviembre de 1479 en Toledo. Desde pequeña, las personas a mi alrededor trataron de moldearme. La educación que recibí fue como infanta e improbable heredera al trono, fundamentada en la obediencia más que en la gobernanza. Estudié comportamiento religioso, urbanidad y modales, propios de la corte. Además, aprendí danza, música, e idiomas como el francés y el latín. Fui la vergüenza de mi madre ya que nunca creí en la religión y los ritos cristianos. ¡Cómo era posible que la hija de los reyes católicos no creyera en la religión! Mi madre trató de mantener esto en secreto. 

Como era costumbre, desde niña habían decidido quien sería mi marido, en mi caso fue el archiduque de Austria, Felipe. 

A mis 17 años, en agosto de 1496, partí para conocer a mi prometido. Fuimos en 19 flotas hacía Flandes. Mi madre y mis hermanos fueron a despedirme. La tripulación estaba conformada por 3500 hombres, además, se habían unido 60 navíos más que llevaban lana exportada de Castilla, mis padres querían impresionar. Era muy importante que el emperador Maximiliano esté de nuestro lado y no de Francia. Fue la misión de paz más grande, un montaje impresionante. En el camino uno de los barcos que llevaba 700 hombres, mis vestimentas y objetos personales se atascó en arena y piedras. Tuvimos que abandonarlo. 

Felipe no fue a recibirme. Aparentemente el emperador Maximiliano aún tenía dudas de unirse a los reyes católicos, sin embargo finalmente conocí a mi prometido. Nos vimos y nos enamoramos profundamente. La boda sería en octubre. El 24 de noviembre de 1498, nació Leonor, nuestra primera hija. No sabía porque sentía que Felipe había perdido interés en mí. Sentía que debía estar siempre cerca y vigilante. Me sentía sola e insegura. 

En 1500 nació mi hijo Carlos, en los lavabos del palacio, en medio de una fiesta a la cual sentí la necesidad de ir ya que mi marido estaría ahí. Fue muy duro. Tengo la imagen tan vívida, sangre por todo lado, un dolor abominable, y la música de la fiesta, las voces gritonas que se divertían, mientras yo sentía que moría. 

Poco tiempo después sucedió algo inesperado. Murieron mis dos hermanos mayores, Juan e Isabel, su hijo también. Me acababa de convertir en la heredera de Castilla y Aragón. 

Pasaron varios años, en 1504, mi madre falleció. En el testamente había expresado su deseo de que yo sea reina mientras que mi amado Felipe sería rey consorte, es decir que ninguna decisión sería tomada por él. También dijo que si no estaba yo, sería mi padre quien tomaría cualquier decisión. Mi madre temía los alcances de Felipe y que haya quierido acaparar Castilla junto con los Habsburgo. Al encontrarnos en Bruselas en donde nació María, nuestra quinta hija, mi padre se convirtió en el rey de Castilla. 

Felipe jamás daría su brazo a torcer, un año más tarde en la Concordia de Salamanca acordamos que gobernaríamos los tres, mi padre Fernando, Felipe y yo. Al llegar al territorio peninsular Felipe y yo fuimos proclamados reyes propietarios. 

Dicen que estoy loca. La gente habla. Mi marido, quien fue conocido como Felipe el hermoso, tenía amantes. Me partió el corazón. Realmente lo amaba. Me enfrenté a ellas en público y la gente hablaba. Dicen que estoy loca, se añadió una cláusula que rezaba que al tener trastornos mentales el gobierno recaería en Felipe, y en su ausencia en mi padre. Era tan conveniente para ambos! 

En mayo de 1506, se cumplían ocho meses que llevaba viajando con el féretro de mi amado Felipe, ocho meses de un profundo dolor por su repentina partida. Debí viajar las noches, en el frío helado de invierno, llevando su cuerpo de Burgos a Granada, en donde quiso ser enterrado. Su corazón, como lo pidió, lo envié a Bruselas, y yo no me había separado de su cuerpo durante estos meses desgarradores. Me acompañaron muchas personas esos meses, y ahora dicen que estoy loca. Nació mi sexta hija, Catalina quien fue mi compañera durante muchos de los duros años en mi vida. Nuevamente tenía ese horrible sentimiento de estar entre la vida y la muerte. 

Quise gobernar Castilla. Traté de hacerlo y me topé con obstáculo tras obstáculo que fueron despedazándome cada vez más. Logré gobernar hasta 1507 instaurando el Consejo Real de la época de mi madre. No quise reclamar la presencia de mi padre para gobernar hasta que regresó de la toma de posesión del Reino de Nápoles dos años más tarde y asumió nuevamente el poder. Un año y medio más tarde me hizo encerrar en Tordesillas, alegando locura, temiendo que se cree un partido nobiliario para apoyarme. Pocos años después murió mi padre en 1516 y me convertí también en reina nominal de Aragón, allí no fui reconocida. Fue entonces cuando mi hijo Carlos gobernó en mi lugar. Ese hijo a quien le di la vida mientras yo me desangraba en los lavabos del palacio. Él se apropió de mis títulos y me mantuvo encerrada, alegando locura, todo por temor a que le quite el poder. Entre los dos confabularon los rumores de mi locura para que no pueda gobernar, destruyeron todo tipo de documentos que les podían delatar. Oficialmente, ambos co-reinamos en Castilla y Aragón.  

En realidad, nunca fui declarada incapaz por las Cortes de Castilla ni se me retiró el título de reina. En los documentos oficiales debía figurar en primer lugar mi nombre, pero al estar encerrada nunca pude asumir mi poder real. Se ordenó que me obliguen a escuchar misa y confesarme empleando tortura si fuese necesario. Mi hija Catalina en cambio me acompañó durante 16 años, hasta que tuvo que marcharse a contraer matrimonio. Su partida me destruyó, tuve largos años de vida encerrada y maltratada. No dejé de usar negro. Tiempo después perdí la movilidad en las piernas. Ahora, pasado el tiempo me pregunto si valió la pena entregarlo todo, amar infinitamente a un hombre que no me respetó, confiar en mi padre y en mi hijo que tampoco me respetaron. De cierta manera con desacuerdos en creencias y pensamientos solo mi madre creyó en mi. 

Tengo 79 años, es 1555 y llevo 46 años de reclusión forzosa. Estoy muy enferma. No creo que pase de esta noche. Me he negado a confesarme. Dicen que estoy loca. Llevo el corazón roto desde hace demasiado tiempo. 

Juana