Fine Art Galleries: Your Majesty The Queen: Carta Juana de Arco

                                                                  29 de mayo de 1431He sido sentenciada a la hoguera. Mi fe, puesta en Dios me dirá qué hacer en cada segundo. Por unos días tuve tanto miedo que dejé de afirmar cuántas veces había escuchado la voz de Dios. Me iban a cambiar la sentencia a  la de mantenerme encerrada de por vida, pero no pude con el cargo de consciencia. Mi vida se la debo a Dios, y solo a Él. He tenido que decir la verdad y reafirmar su llamado y sus órdenes. Nací aproximadamente 19 años atrás, alrededor de 1412, no estoy segura. Me llamaron Juana (Jheanne) y me hice llamar Juana la Doncella, sin embargo, en mi pueblo, Domrémy me llamaban Jehannette. Mis padres Jacques Darc e Isabelle Romée siempre fueron buenos conmigo y me educaron bajo la creencia católica. Mi madre sobre todo fue muy devota. Recibí la consagración del bautismo en mi pueblo de manos del padre Jean Minet.  Durante toda mi vida hemos estado en guerra -la guerra de los 100 años-. Los hombres no han querido escuchar la palabra de Dios, hemos sido necios.Declaré en el interrogatorio de mi proceso, hace pocos días, el jueves 22 de febrero de este mismo año en Ruan. «Yo tenía trece años cuando escuché una voz de Dios. Fue al mediodía en el jardín de mi padre. La primera vez que la escuché me invadió un miedo profundo. La voz venía del lado de la iglesia y normalmente era acompañada de una gran claridad, que venía del mismo lado de la voz. Me pareció que la voz era muy noble y creo que me fue enviada de parte de Dios. Cuando la escuché por tercera vez, supe reconocer a un ángel. A veces no la entendía demasiado bien, primero me aconsejó que frecuentara las iglesias y después que tenía que ir a Francia, sobre lo cual empecé a presionar. Además, esta voz, la escuchaba unas dos o tres veces por semana. No mucho después, reveló otro de los mensajes clave que me envió: Ella me decía que yo levantaría el asedio de Orleans». Un día identifiqué estas voces, las reconocí porque las propias santas se identificaron. Eran las voces de Santa Catalina de Alejandría y de santa Margarita de Antioquía. Ahora entiendo por qué fueron ellas quienes vinieron a mí para hablarme. En vida, Santa Catalina persuadió al emperador Maximiliano para que dejara de perseguir a los cristianos. Después fue condenada a morir en la rueda lo cual es una tortura. Fractura los huesos, pero esta se rompió cuando Catalina la tocó. Finalmente fue decapitada a una edad como la mía. Santa Margarita en cambio fue despreciada por su fe cristiana, le ofrecieron matrimonio a cambio de que renunciara a sus creencias; al negarse fue torturada hasta la muerte. Ellas son mis hermanas de fe y me guiaron hacia Dios.Fue el arcángel  San Miguel, protector del reino de Francia, al que vi con mis propios ojos, acompañado de los ángeles del Cielo. Fue él quien me ordenó partir para liberar a Francia y así cumplir con la voluntad de Dios. Comprendí que estos llamados de corte celestial me indicaban que debía unirme al ejército de la monarquía francesa para luchar por la recuperación de los territorios ingleses.Fue en 1429, cuando los ingleses estaban a punto de tomar Orléans, cuando  acudí al rey de Francia, quien no había sido coronado aún debido a las luchas internas, pedí audiencia con él, pero tomó tiempo hasta que se efectuara. Cuando entré a su habitación lo reconocí de entre los otros por consejo y revelación de mi voz, y le dije que quería hacer la guerra a los ingleses. Él tenía miedo de mí y se había vestido con ropajes de sus súbditos. Le pedí que me proporcionara de hombres para armar un ejército y luchar en contra de la toma de Orleans.Fue el señor y conde de la Vendôme quien me  llevó al apartamento del rey. Cuando me miró, preguntó mi nombre. «Señor delfín, me llamo Juana la la Doncella (Jehanne, la Pucelle); y el Rey del Cielo te envía una palabra a través de mí, por la que tú consagrado y coronado en Reims, y que tú serás el lugarteniente del Rey del Cielo, que eso es ser rey de Francia». Después de que el rey me hizo unas cuantas preguntas, le dije: «Con mis respetos, te digo que tú eres el verdadero heredero de Francia e hijo del rey, y Él me envía para guiarte hacia Reims al final, donde puede que recibas tu coronación y consagración. Si tú quieres». Sustenté mi misión como divina ya que era enviada de Dios. Al principio Carlos VII no estaba seguro, yo insistí en que yo era solamente un instrumento de Dios para cumplir la voluntad sagrada.Fueron los consejeros y teólogos del rey los que le aconsejaron apoyarme. Yo tenía lo que muchos franceses habían perdido: esperanza. Carlos VII aceptó y puso un ejército a mi cargo. Ese año emprendimos una operación contra los ingleses en Compiègne. El 17 de julio de 1429 cantamos victoria en la toma de Orleans. Esto logró conseguir la corona de Francia para Carlos VII. Podía sentir la fuerza de Dios corriendo por mis venas. Mi fe se engrandecía y no tenía duda alguna de que pudiésemos seguir venciendo. Estaba segura de que el mensaje divino era seguir luchando para lograr la expulsión de los enemigos y de sus aliados.  El Rey pretendía terminar con el conflicto llegando a acuerdos de paz, así eso representara  la pérdida de derechos o territorios.Con esta idea Carlos VII comenzó a minimizar el envío de hombres a mi ejército, lo cual provocó la derrota ante un ataque sorpresivo, el 23 de mayo de 1430 hubo una emboscada en la cual los soldados borgoñeses me capturaron y entregaron a sus aliados ingleses. El Rey no logró hacer nada para rescatarme.Fui interrogada varias veces durante catorce meses. Mi juicio tuvo lugar en Rúan, con más de ciento veinte participantes. Estamos en 1431, parece ayer cuando estábamos venciendo a los ingleses por medio de Dios. En estos meses he pasado encarcelada en una de las torres del castillo de Felipe II. Traté de escapar varias veces, sin éxito alguno. Estoy tan cansada de escuchar preguntas incrédulas, sin fe alguna. He sido presentada frente al tribunal eclesiástico en Rúan que me ha juzgado de herejía y brujería, alegando que las voces que escuchaba venían del demonio. También me acusan de  abandonar a mis padres, y de vestir prendas de hombres, a lo cual he respondido: «Todo lo que yo hago es por orden de Nuestro Señor. Si él me ordenara tomar otro hábito, yo lo tomaría, porque sería por orden de Dios». En total han presentado contra mí como setenta cargos siendo el más grave de todos el de Revelationum et apparitionum divinorum mendosa confictrix (invento de falsas revelaciones y apariciones divinas).El 24 de mayo el tribunal dictó sentencia considerándome apóstata, mentirosa, sospechosa de herejía y blasfema hacia Dios y los Santos. Para lo que  he respondido que no siento culpa porque fui un instrumento para cumplir la voluntad de Dios.Mañana 30 de mayo me levantaré, me confesaré, comulgaré, rezaré y escucharé la voz de mi Señor. Me llevarán a la hoguera en el mercado de Rúan y Dios me guiará a Él como lo ha hecho siempre. Amén.Juana
Carta Juana de Arco

 

29 de mayo de 1431 

He sido sentenciada a la hoguera. Mi fe, puesta en Dios me dirá qué hacer en cada segundo. Por unos días tuve tanto miedo que dejé de afirmar cuántas veces había escuchado la voz de Dios. Me iban a cambiar la sentencia a la de mantenerme encerrada de por vida, pero no pude con el cargo de consciencia. Mi vida se la debo a Dios, y solo a Él. He tenido que decir la verdad y reafirmar su llamado y sus órdenes.  

Nací aproximadamente 19 años atrás, alrededor de 1412, no estoy segura. Me llamaron Juana (Jheanne) y me hice llamar Juana la Doncella, sin embargo, en mi pueblo, Domrémy me llamaban Jehannette. Mis padres Jacques Darc e Isabelle Romée siempre fueron buenos conmigo y me educaron bajo la creencia católica. Mi madre sobre todo fue muy devota. Recibí la consagración del bautismo en mi pueblo de manos del padre Jean Minet.  

Durante toda mi vida hemos estado en guerra -la guerra de los 100 años-. Los hombres no han querido escuchar la palabra de Dios, hemos sido necios. 

Declaré en el interrogatorio de mi proceso, hace pocos días, el jueves 22 de febrero de este mismo año en Ruan. «Yo tenía trece años cuando escuché una voz de Dios. Fue al mediodía en el jardín de mi padre. La primera vez que la escuché me invadió un miedo profundo. La voz venía del lado de la iglesia y normalmente era acompañada de una gran claridad, que venía del mismo lado de la voz. Me pareció que la voz era muy noble y creo que me fue enviada de parte de Dios. Cuando la escuché por tercera vez, supe reconocer a un ángel. A veces no la entendía demasiado bien, primero me aconsejó que frecuentara las iglesias y después que tenía que ir a Francia, sobre lo cual empecé a presionar. Además, esta voz, la escuchaba unas dos o tres veces por semana. No mucho después, reveló otro de los mensajes clave que me envió: Ella me decía que yo levantaría el asedio de Orleans».  

Un día identifiqué estas voces, las reconocí porque las propias santas se identificaron. Eran las voces de Santa Catalina de Alejandría y de santa Margarita de Antioquía. Ahora entiendo por qué fueron ellas quienes vinieron a mí para hablarme. En vida, Santa Catalina persuadió al emperador Maximiliano para que dejara de perseguir a los cristianos. Después fue condenada a morir en la rueda lo cual es una tortura. Fractura los huesos, pero esta se rompió cuando Catalina la tocó. Finalmente fue decapitada a una edad como la mía. Santa Margarita en cambio fue despreciada por su fe cristiana, le ofrecieron matrimonio a cambio de que renunciara a sus creencias; al negarse fue torturada hasta la muerte. Ellas son mis hermanas de fe y me guiaron hacia Dios. 

Fue el arcángel San Miguel, protector del reino de Francia, al que vi con mis propios ojos, acompañado de los ángeles del Cielo. Fue él quien me ordenó partir para liberar a Francia y así cumplir con la voluntad de Dios. Comprendí que estos llamados de corte celestial me indicaban que debía unirme al ejército de la monarquía francesa para luchar por la recuperación de los territorios ingleses. 

Fue en 1429, cuando los ingleses estaban a punto de tomar Orléans, cuando acudí al rey de Francia, quien no había sido coronado aún debido a las luchas internas, pedí audiencia con él, pero tomó tiempo hasta que se efectuara. Cuando entré a su habitación lo reconocí de entre los otros por consejo y revelación de mi voz, y le dije que quería hacer la guerra a los ingleses. Él tenía miedo de mí y se había vestido con ropajes de sus súbditos. Le pedí que me proporcionara de hombres para armar un ejército y luchar en contra de la toma de Orleans. 

Fue el señor y conde de la Vendôme quien me llevó al apartamento del rey. Cuando me miró, preguntó mi nombre. «Señor delfín, me llamo Juana la la Doncella (Jehanne, la Pucelle); y el Rey del Cielo te envía una palabra a través de mí, por la que tú consagrado y coronado en Reims, y que tú serás el lugarteniente del Rey del Cielo, que eso es ser rey de Francia». Después de que el rey me hizo unas cuantas preguntas, le dije: «Con mis respetos, te digo que tú eres el verdadero heredero de Francia e hijo del rey, y Él me envía para guiarte hacia Reims al final, donde puede que recibas tu coronación y consagración. Si tú quieres». Sustenté mi misión como divina ya que era enviada de Dios. Al principio Carlos VII no estaba seguro, yo insistí en que yo era solamente un instrumento de Dios para cumplir la voluntad sagrada. 

Fueron los consejeros y teólogos del rey los que le aconsejaron apoyarme. Yo tenía lo que muchos franceses habían perdido: esperanza. Carlos VII aceptó y puso un ejército a mi cargo. Ese año emprendimos una operación contra los ingleses en Compiègne. El 17 de julio de 1429 cantamos victoria en la toma de Orleans. Esto logró conseguir la corona de Francia para Carlos VII. Podía sentir la fuerza de Dios corriendo por mis venas. Mi fe se engrandecía y no tenía duda alguna de que pudiésemos seguir venciendo. Estaba segura de que el mensaje divino era seguir luchando para lograr la expulsión de los enemigos y de sus aliados. El Rey pretendía terminar con el conflicto llegando a acuerdos de paz, así eso representara la pérdida de derechos o territorios. 

Con esta idea Carlos VII comenzó a minimizar el envío de hombres a mi ejército, lo cual provocó la derrota ante un ataque sorpresivo, el 23 de mayo de 1430 hubo una emboscada en la cual los soldados borgoñeses me capturaron y entregaron a sus aliados ingleses. El Rey no logró hacer nada para rescatarme. 

Fui interrogada varias veces durante catorce meses. Mi juicio tuvo lugar en Rúan, con más de ciento veinte participantes. Estamos en 1431, parece ayer cuando estábamos venciendo a los ingleses por medio de Dios. En estos meses he pasado encarcelada en una de las torres del castillo de Felipe II. Traté de escapar varias veces, sin éxito alguno. Estoy tan cansada de escuchar preguntas incrédulas, sin fe alguna. He sido presentada frente al tribunal eclesiástico en Rúan que me ha juzgado de herejía y brujería, alegando que las voces que escuchaba venían del demonio. También me acusan de abandonar a mis padres, y de vestir prendas de hombres, a lo cual he respondido: «Todo lo que yo hago es por orden de Nuestro Señor. Si él me ordenara tomar otro hábito, yo lo tomaría, porque sería por orden de Dios». En total han presentado contra mí como setenta cargos siendo el más grave de todos el de Revelationum et apparitionum divinorum mendosa confictrix (invento de falsas revelaciones y apariciones divinas). 

El 24 de mayo el tribunal dictó sentencia considerándome apóstata, mentirosa, sospechosa de herejía y blasfema hacia Dios y los Santos. Para lo que he respondido que no siento culpa porque fui un instrumento para cumplir la voluntad de Dios. 

Mañana 30 de mayo me levantaré, me confesaré, comulgaré, rezaré y escucharé la voz de mi Señor. Me llevarán a la hoguera en el mercado de Rúan y Dios me guiará a Él como lo ha hecho siempre. Amén. 

Juana