Fine Art Galleries: Your Majesty The Queen: Carta Catalina de Medicis

4 de enero de 1589
Mis padres, Lorenzo II de Medicis y Magdalena de la Tour de Auvernia me llamaron Catalina María Romula di Lorenzo de Medicis. Nací en Florencia el 13 de abril de 1519. A los quince días de nacida, mi madre falleció, y mi padre le siguió una semana después. Me han contado que estaban muy felices de mi llegada al mundo. Mi abuela paterna cuidó de mí, unos meses, pero ella también falleció al poco tiempo. Mi tía Clarice Strozzi me cuidó hasta ingresarme en varios conventos donde recibí una excelente educación. Cuando tuve ocho y hasta los diez, se vivía un caos en la ciudad. Los Medicis, que con tanto esfuerzo habían conseguido poder, estaban siendo derrocados. Tal odio era el odio hacia nosotros que querían sacarme del convento para violarme, asesinarme y exhibir mi cuerpo públicamente, pero, mi tío, el papa Clemente VII me llevó a Roma donde estuve más segura. A la edad de trece años fui ofrecida como esposa, a Enrique, duque de Orleans, hijo del rey de Francia, Francisco I. A finales de octubre de 1533 conocí a Enrique y nos casamos, es decir que teníamos 14 años, cuando contrajimos matrimonio. La noche de nuestra boda, el 28 de octubre, Enrique entró a nuestra habitación acompañado de su padre quien permaneció ahí durante el acto marital para asegurarse de que el matrimonio se había consumado. Al día siguiente, mi tío, el papa Clemente nos visitó en nuestra cama para darnos su bendición.
Yo me enamoré de Enrique, aun cuando él siempre haya estado enamorado de Diane de Poitiers, dos décadas mayor a él. Durante toda la vida de mi esposo tuve que soportarla, parecía que era yo la que sobraba en esa relación.
Al principio, las damas de la corte me trataban bien, les gustaba escucharme, desgraciadamente esto solo duró hasta la muerte de mi tío el 25 de septiembre de 1534, al mismo que presidió el papa, Paulo III. Él rompió la alianza con Francia y se rehusó a pagar mi dote y tanto la corte como el mismo rey Francisco I me comenzaron a tratar de manera diferente, sentía que empezaban a lamentar mi presencia.
Enrique, mi esposo, no mostraba interés por mí. Sin ningún problema ni remordimiento tuvo muchas amantes (hasta que llegó Diane). En nuestra primera década de matrimonio no tuvimos hijos.
Para 1536, el hermano mayor de Enrique quien estaba destinado al trono murió. Esto le hacía a Enrique el nuevo Delfín y a mí, la nueva Delfina. Fue en 1537, que una de sus amantes, Filippa Duci, dio a luz una hija que fue reconocida públicamente por mi esposo, lo cual demostró su fertilidad poniéndome a mí en una situación con demasiada presión, tenía que proveer un descendiente a Enrique o seguramente me enviaba de vuelta a Florencia. Se empezaba a hablar de divorcio.
En mi desesperación acudí a remedios, plantas medicinales, colocándome estiércol de vaca y cuernos de ciervo en mi «fuente de la vida», hasta llegué a beber orina de mula. No sé cuál fue el remedio correcto o si todos lo fueron. En todo caso me volví tan fértil que desde 1544 a 1556 llegué a tener diez hijos. El 19 de enero de 1544 di a luz a mi primer hijo, lo bautizamos como Francisco, en honor a su abuelo. El 2 de abril de 1545 nació mi hija Isabel. También tuve mis hijos Luis, Victoria y Juana que murieron a muy corta edad. Mi otra hija Claudia nació en 1547, el mismo año que murió mi suegro, el rey Francisco I. Carlos, quien se convertiría en Carlos IX de Francia, nació en 1550, seguido por Enrique III en 1551. Poco tiempo después nacieron Margarita y Francisco.
El 10 de junio, en 1549, a mis 30 años fui coronada Reina consorte de Francia en la Basílica de Saint-Denis, debo reconocer que, en ese sentido, Enrique respetó mi puesto así no me haya dejado participar en política.
Diane de Poitiers estaba siempre presente y Enrique la escuchaba haciéndole caso omiso, hasta le entregó el castillo de Chenonceau que yo tanto deseaba. Existían rumores de que Enrique se sentaba en el regazo de Diane frente a invitados, mientras tocaba la guitarra o le acariciaba los pechos. Escuchar todo esto no era fácil. Sufría.
Sabía que durante el reinado de Enrique se produjo el ascenso de los hermanos Guisa. Carlos Guisa se había convertido en cardenal, y Francisco Guisa, muy amigo de Enrique fue nombrado duque de Guisa. Su hermana María de Guisa había contraído matrimonio con Jacobo V de Escocia en 1538 y su hija María, quien se convirtió más tarde en María, reina de Escocia, también conocida como María Estuardo me fue entregada a sus cinco años para educarla en la corte ya que había sido prometida a mi hijo el Delfín, Francisco II.
En un determinado momento yo había hecho llamar a Nostradamus. Él había escrito que el rey debía guardarse de ciertos peligros, y yo quería conocerlo para lo cual lo nombré médico y consejero real.
En 1559 Enrique firmó la Paz de Cateau-Cambrésis con el Sacro Imperio Romano Católico e Inglaterra. Esto significaba el fin a la guerra italiana. El tratado fue sellado con el matrimonio de nuestra hija Isabel de apenas trece años y Felipe II de España. Este matrimonio se dio por poderes sin los novios presentes. Se organizaron, en París, fiestas y bailes durante cinco días. Enrique tomó parte de las justas, iba vestido de los colores de Diane, blanco y negro. Gabriel, conde Montgomery lo golpeó y acabó con él. Fue horrible, lo llevamos a Tournelles. Me quedé junto a mi amado. Diane no apareció, por miedo a mí, según me dijeron. Tenía razón, si se hubiese atrevido a aparecer no la hubiera dejado entrar y la hubiese confrontado de una manera muy fuerte. Enrique murió el 10 de julio de 1559, su pérdida me hizo llorar y sufrir en demasía.
Realmente lo amé, fue ahí cuando decidí poner una lanza rota en mi emblema con las palabras «lacrymae hinc, hinc dolor» («de esto vienen mis lágrimas y mi dolor»), además de vestir de luto hasta mi muerte.
Fue muy duro y decepcionante el mirar cómo varios de mis hijos que sucedieron al trono no tuvieron éxito alguno.
Francisco, a sus quince años se juntó a su esposa, María de Escocia. No hay que olvidar que al día siguiente de la muerte de Enrique, los hermanos Guisa, por medio de un golpe de estado, tomaron poder abruptamente. No tuve más opción que trabajar en conjunto con los Guisa ya que Francisco era el rey. A su vez, Francisco me dio un cierto poder del cual aproveché para vengarme de Diane. La eché de la corte y obligué a a devolver las joyas que Enrique le había dado, así como el Castillo de Chenonceau. También deshice sus reformas.
El arte renacentista siempre fue una de mis pasiones me encantaban la pintura, la música, la literatura y la arquitectura. Mis jardines debían estar siempre coloridos y hermosos, y el precioso Chenonceau debía pertenecerme.
La situación política se iba complicando, los Guisa estaban tomando demasiado poder y estaban creando un caos en contra de los protestantes. Al morir Francisco por una infección súbita en 1560 hice un pacto para mantener yo la regencia de mi segundo hijo Carlos IX, es así, que, en diciembre del mismo año, el Consejo Privado me nombró gobernadora de Francia.
Carlos nunca tuvo interés en gobernar motivo por el cual siempre estuve cerca. Enfrentamos problemas muy serios, al principio prometí e hice concesiones a los rebeldes protestantes franceses, o hugonotes como se les iba conociendo. Constantemente vivíamos guerras civiles hasta que en un momento tuve que imponerme, desarrollé repetidas persecuciones en contra de los protestantes, la más fuerte: la Matanza de San Bartolomé en 1572, en la que fueron asesinados miles de hugonotes en París y por toda Francia. Fui culpada, sin embargo, en ese momento no tenía alternativa, lo debía hacer.
El 26 de junio de 1574 logré que fuera condenado a muerte y ejecutado Montgomery, el noble escocés que había causado la muerte de mi esposo. Ese mismo año Carlos murió por pleuresía a los 23 años. Un día antes me nombró regente ya que mi siguiente hijo, Enrique, duque de Anjou, estaba en la Mancomunidad de Polonia-Lituania, de la que era rey hace un año, sin embargo, tres meses después de su coronación en la catedral de Wawel, Enrique abandonó aquel trono para convertirse en rey de Francia.
Le escribí una carta en la que le decía: «Estoy desolada por la escena y por el amor que me mostró hasta el final… Mi único consuelo es verte aquí pronto, como tu reino necesita, y con buena salud, porque si te perdiera, yo misma me enterraría viva contigo».
Enrique tampoco tenía mayor interés en reinar y eso hizo que me mantuviera cerca. Para febrero de 1575 Enrique se casó con Luisa de Lorena-Vaudémon, de esta unión no fue procreado hijo alguno , el rumor de que Enrique no podía concebir se extendió con el paso del tiempo, mi hijo menor, Francisco, duque de Alençon asumió un rol como heredero al trono, el mismo que fue el encargado de ocasionar guerras civiles. Traté de convencerlo, pero terminó poniendo en riesgo la corona de Enrique. Francisco se alió con los principales protestantes y tuve que acceder a casi todas las demandas de los hugonotes. Unos años más tarde, en 1584, mi hijo Francisco murió de tuberculosis.
Mis palabras solo fueron de dolor: «Soy tan miserable que estoy viviendo lo suficiente para ver morir muchas personas antes que yo, aunque me doy cuenta de que debe cumplirse la voluntad del Señor, que Él es dueño de todo, y que Él nos presta a los hijos solo el tiempo que él quiere»
Logré hacer las paces con los líderes de los hugonotes, pero la guerra de religiones se volvió extrema, incluso ejecutaron a mi nuera María Estuardo en 1587 por dichas pugnas.
No pude asistir a las últimas decisiones que tomó mi hijo cuando aún yo vivía, me encontraba enferma.
A finales de diciembre me pidió disculpas por haber asesinado a Monsieur de Guisa, justificándose, diciendo que si no lo hacía el sería el asesinado. Pobre hijo mío, estaba cavando su propia tumba.
Me invadió una tristeza profunda cuando fui a visitar a mi amigo, el cardenal de Borbón para contarle que pronto sería liberado y el me gritó «Sus palabras, señora, nos han llevado a todos a esta carnicería».
A mis 69 años muero en Blois, frustrada, un 5 de enero de 1589.
Catalina
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