Cuando empecé a trabajar en SU MAJESTAD LA REINA no sabía con lo que me iba a encontrar. Empecé porque necesitaba encontrar un cable a tierra, algo que me devuelva a la vida. Fue en el proceso que me di cuenta todo lo que estas mujeres silenciadas en el tiempo me estaban hablando. No las planifiqué, fueron apareciendo, a medida que investigaba me encontraba con algunas que de pronto se convertían en esenciales. Y cuando las encontraba las iba construyendo, buscando sus vestimentas, sus accesorios, sus símbolos.
El convertirse en reina significaba conocer al personaje, mirar las similitudes o diferencias consigo mismas.
Lo que a estos personajes les había tocado vivir en su momento reflejaba en estas mujeres su propio dolor, su ira, su poder, su esclavitud, su entrega, su fortaleza. Yo misma me veía reflejada, expuesta al igual que ellas. Cuantas veces estas mujeres me dijeron: “Cómo sabías que me identificaría tanto con esta reina?” ¡No lo sabía! A la final este trabajo íntimo nos conectaba como mujeres y me abría espacios a estar presente en mi presente, y eso me iba fortaleciendo.
Descubrir cada historia, viajar en el tiempo y mirarme bajo una guillotina o aceptar casarme con un esposo impuesto de quien posiblemente en mi ingenuidad me enamoraría y de todas formas me traicionaría una y otra vez, convertirme en una armadura helada para poder reinar, evitar las calumnias de la gente y mantener mi puesto…
Acaso las mujeres hemos dejado de ser tratadas de esa manera? En ciertos países todavía somos juzgadas bajo pena de muerte si nos atrevemos a revelarnos, seguimos luchando por ser dueñas de nuestros cuerpos y decisiones.
TweetMi final es mi comienzo
María Estuardo